Liliana Lukin




Inéditos 

Octubre 2014/ Marzo 2015 



Fotos, rostros pequeños de lo que fuimos,  
las branquias que se abren y cierran  
mientras los cuerpos sedosos golpean en la arena,  
el agua apenas pasando su lengua en una  
línea lejana, al atardecer después  
de la caída, gris y plata 
acumulándose en más y más recreaciones: 
nosotros, copiando en la arena niños, 
(volver con la última ola, muertos pronto, 
ahogados en su propia reconstrucción)  
un dedo basta para señalar, reconocer en el borde algas o la basura  
que deja el mar al retirarse las fotos,  
sueltos, sin redes, nosotros,  
pronto boqueando, aletas  
al aire con la marea baja 
……. 
…….. 
y lo que esa luz que resplandece 
en los rostros 
dice de haber estado, pero  
nada más, muda mira, y calla 






“La edad es la puerta de la belleza”*



Viendo caer el sol sin ver el sol....en el calor de los grillos atravesar una nube de mariposas amarillas, pisar a las muertas sin sentir la muerte, alas que todavía titilan en la brisa, pegadas al asfalto, y desear morir por pensar.
…..
No buscar en el lenguaje el sentido del viaje, de éste, no establecer un destino.
…..
Se trata del pasado, de la ausencia corporal que habla en mí, del pasado de mí que aún mi madre esconde, escande, que traigo y llevo y suelo desplegar como relatos, documentos, pruebas de existencia.
Se trata del cordón que liga y religa a mis hijos con mis padres, como trenzado por marineros ante el canto de las sirenas: siempre en peligro.
He venido al encuentro (Cartas) de la perdida, de lo perdido de mí porque aún no sucede, pero anida allí donde Eso anuda.
…..
Un cuaderno como pasaporte, boleto de embarque, pasaje. Eso, un cuaderno como pasaje.
…...
En el viaje, con sus ruinas de arrastrar equipaje, demoras, espacios de alteridad insoportable, mi visión hacia atrás.
…...
Sólo ser la portadora de Eso que siempre necesite. Pero no sucederá.
…..
Llegué el día en que supieron que sería una niña, así como meses antes había llegado el día en que supieron que había una gestación: casualidades, ficciones.
El cordel no tenía, entonces, más que una historia, venía desde Artemis*, de la mano del libro que leía.
…..
El lazo, el cordón que Ariadna entrega, el hilo de sangre y semen que gesta niñas portadoras ya desde el vientre de otras anteriores.
Mi abuela está aquí, antes de ella nada en mi historia ni en la de mi madre.
Niñas perdidas en la niebla: la madre de mi abuela corriendo tras el tren donde su hija va hacia el puerto, a embarcar para América, según el reciente relato de mi madre, que no sabe de cartas entre su madre y su abuela: niñas perdidas, la Perdida* sin retorno que sin embargo vuelve y vuelve en el relato de cualquier nacimiento.
Mi madre ríe ante la idea de su nieta embarazada: no sabe decir sobre la secuencia, sobre la metáfora del pasado presente, pero sabe que está cumplida.
Yo no puedo recordar a mi madre embarazada, aunque soy la mayor de sus cuatro hijos e hijas.
…..
Desde hace unos años, fotos de la primera infancia, yo, yo y mi hermano, yo, mi hermano y mi hermana, los tres y en mis brazos de niña el menor, ampliadas, sepias, como escenas filmadas para una película soviética de los años ’50, ocupan una pared,
son la pared, el respaldo, veo, miro, completo con otra foto, otro conjunto de un nosotros ya quebrado.
Desde esa fractura inicié hace tiempo un tránsito que no termina, que cada semana, en un ritmo pensado para que haga cadencia, me lleva hacia el hermano menor enfermo, hacia su reclusión, viajo hacia un abrazo y una exclamación que me hablen del reconocer.
Viajo con determinación y compasión a su ser de niño. Cuando vuelvo, cada semana, el regreso es a través de la fractura, un tajo en ella que es sólo mío, y sólo triste.
Es el tajo de la muerte que él me presenta: está allí, con él, de un modo cierto en el lenguaje, de un modo incierto en el cuerpo.
Alrededor de esa fractura, lo que no es hermano, padres, se organiza en la contingencia, lo que no es hermanos, lo que no es padres, alrededor circula: en el paisaje del amado, en la geografía del trabajo, en la amistad, en las coordenadas de mi casa, tanto tiempo construyéndose como Museo, desde que los hijos se han ido.
En las habitaciones de ellos crearé el hábitat de la niña que vendrá, para tener certeza de viajes en reversa, para propiciar que Ella, tan lejos, venga, traiga a su bebé.
Se trata del pasado: de cómo mi mamá creó una habitación para sus nietos con la mayor de las pasiones por el juego infantil.
Se trata de una parecida pasión puesta en lo por venir: he llegado, abrazo o toco solamente esa panza en un intento de presencia mágica: soy ese afuera absoluto para el adentro del fondo adonde mi hija, mi bebé, repliega su ser doble y creciente.
……
Nada semejante a estar viendo permite que el nudo sea un perfecto lazo, que la presencia sea el presente.
……
He tenido apenas un asomo de experiencia: siempre incompleta, la experiencia del viaje padeció de abruptas interrupciones y acortamientos provocados por el azar: se hizo presente el Tiempo con su falta.
…….
Lo perdido visto no como pérdida: en una nostalgia inminente se incrusta la conciencia de saber sobre unas vidas en lo distinto, admirables en su separación del universo de lo materno.
……
Así lo imagino: que siempre necesite mi amor, digo, así lo imagino: que siempre esté cuando la necesite, dice ella.
…….
Y yo sólo puedo llegar y volver a llegar, y volver, en un trenzado de palabras que convoquen, como campanas en la llamada.


* La frase y palabras señaladas pertenecen a Morir por pensar, de Pascal Quignard






(c)Liliana Lukin
Ciudad Autónoma de Buenos Aires


Liliana Lukin, (Buenos Aires, 1951). Publicó, desde 1978, 16 libros de poesía y se reeditan títulos desde 2011. Es autora de ensayos sobre poética y sobre representación del cuerpo en la tortura y la represión, con los que dió seminarios en universidades del exterior. Sus libros se publicaron en francés, inglés, alemán y polaco.
De 1988 a 2000 coordinó los “Encuentros de Escritores” y editó los “Cuadernos de Narrativa Argentina”. Egresada de Letras de la UBA, docente en la UNA, de 2007 a 2012 organizó las “Jornadas Cuerpos Argentinos” y de 2004 a 2015  coordinó la Clínica de Escritura Poética de la Biblioteca Nacional Argentina, donde fundó Colección miliuna de Poesía.  Tiene inéditos Ensayo sobre la piel, que se publicará en 2018, El Museo de los Niños y La edad es la puerta de la belleza.    www.lilianalukin.com.ar 



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